Los síntomas que producen los Traumas de Infancia
- Wanda Bennasar
- 28 ago
- 3 Min. de lectura
¡Gracias por leer Psicoterapia de Bolsillo!
Suscríbete gratis para recibir nuevo material cada semana y apoyar mi
trabajo en educar a la población en Salud Mental y Bienestar Emocional:
Las heridas emocionales de la infancia no desaparecen con el paso del tiempo; al contrario, suelen transformarse en síntomas emocionales, conductuales e incluso físicos en la adultez.
Diversos estudios han mostrado que las ➡️ experiencias adversas en la niñez tienen un impacto profundo en la salud psicológica y física a largo plazo. Por ejemplo, el estudio ACEs (Adverse Childhood Experiences Study) desarrollado por Felitti y colaboradores (1998) con más de 17,000 participantes, demostró que quienes acumulan mayor número de experiencias adversas —como abuso, negligencia o violencia doméstica— presentan tasas significativamente más altas de ansiedad, depresión, adicciones, problemas cardiovasculares y enfermedades crónicas.
La investigación neurocientífica también confirma que el estrés temprano afecta el desarrollo del sistema nervioso 🧠, alterando la regulación emocional y la respuesta al estrés (Teicher & Samson, 2016). Así, lo que a menudo se percibe solo como “estrés” o “ansiedad” en la adultez, puede ser en realidad una huella del trauma infantil no resuelto.
Continúa la lectura o mira este material en video:
Heridas de Infancia comunes y sus síntomas en la adultez
Las heridas de la infancia pueden tomar múltiples formas, dependiendo del entorno y las experiencias tempranas. Aunque cada persona responde de manera particular, existen patrones ampliamente documentados en la literatura clínica:
☑️Herida de abandono:
Infancia: falta de atención consistente, cuidadores ausentes física o emocionalmente.
Adultez: miedo a la soledad, dependencia emocional, relaciones de pareja marcadas por apego ansioso, dificultad para confiar en la estabilidad del otro (Mikulincer & Shaver, 2016).
☑️Herida de rechazo:
Infancia: críticas constantes, invalidación o falta de aceptación de emociones y necesidades.
Adultez: baja autoestima, hipersensibilidad a la crítica, perfeccionismo defensivo, ansiedad social, autosabotaje para evitar fracaso o rechazo.
☑️Herida de abuso (emocional, físico o sexual):
Infancia: exposición a violencia, maltrato o control excesivo.
Adultez: síntomas de trastorno de estrés postraumático (flashbacks, hipervigilancia, reactividad), problemas de confianza, dificultad para establecer límites, tendencia a relaciones disfuncionales (van der Kolk, 2014).
☑️Herida de negligencia emocional:
Infancia: cuidadores que no respondieron adecuadamente a las necesidades emocionales.
Adultez: desconexión emocional, dificultad para identificar y expresar sentimientos, sensación de vacío crónico, propensión al adormecimiento emocional a través de adicciones o trabajo excesivo (Crittenden, 2016).
☑️Herida de control o invasión:
Infancia: crianza sobreprotectora, invasiva o sin respeto a la autonomía.
Adultez: necesidad compulsiva de control, intolerancia a la incertidumbre, rigidez, estrés elevado ante cambios, tendencia a la ansiedad generalizada.
Los síntomas actuales pueden ser pistas del pasado
Los síntomas adultos —ansiedad, estrés crónico, conductas de control, autosabotaje, dificultad para mantener relaciones sanas— no siempre son entendidos como raíces de heridas tempranas por médicos o psicólogos que no trabajan desde el enfoque de trauma y puede ser que sugieran medicación enfocada en controlar el síntoma.
Un ejemplo es la dependencia emocional: a simple vista parece un problema de pareja, pero en realidad suele estar conectado con heridas de abandono o negligencia. Del mismo modo, el autosabotaje laboral o la procrastinación pueden vincularse con experiencias tempranas de rechazo o invalidación, que sembraron creencias de ineficacia. Incluso las enfermedades psicosomáticas, como migrañas o problemas gastrointestinales, han sido asociadas en estudios a la exposición temprana a trauma (Heim et al., 2000).
Esta confusión es frecuente en la vida adulta: lo que se interpreta como “problemas de pareja”, “estrés laboral” o “carácter difícil”, puede ser la manifestación de un sistema nervioso adaptado desde la infancia a entornos inseguros.
Comprender este vínculo no es para culpar al pasado, sino para reconocer que muchas de nuestras luchas actuales son huellas de heridas no vistas que pueden trabajarse con apoyo psicoterapéutico especializado en trauma.
Wanda Bennasar
Psicóloga Clínica y Psicoterapeuta Sistémica y de Trauma (EMDR)
Contacto: wbennasar@gmail.com / +507 6679-2006 (Panamá)
Instagram: @psic.wandabennasar
Youtube: Psicoterapia de Bolsillo
Referencias Bibliográficas
Crittenden, P. M. (2016). Raising Parents: Attachment, Representation, and Treatment. Routledge.
Felitti, V. J., Anda, R. F., Nordenberg, D., et al. (1998). Relationship of childhood abuse and household dysfunction to many of the leading causes of death in adults: The Adverse Childhood Experiences (ACE) Study. American Journal of Preventive Medicine, 14(4), 245–258.
Heim, C., Newport, D. J., Heit, S., et al. (2000). Pituitary-adrenal and autonomic responses to stress in women after sexual and physical abuse in childhood. JAMA, 284(5), 592–597.
Mikulincer, M., & Shaver, P. R. (2016). Attachment in Adulthood: Structure, Dynamics, and Change. Guilford Press.
Teicher, M. H., & Samson, J. A. (2016). Annual Research Review: Enduring neurobiological effects of childhood abuse and neglect. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 57(3), 241–266.
van der Kolk, B. A. (2014). The Body Keeps the Score: Brain, Mind, and Body in the Healing of Trauma. Viking.







Comentarios